Automatización, Resistencia y la Voluntad de Ganar: Tom Georgens 8P5A

K Thomas W1DED en Q5 Magazine, 10 agosto 2025

Dentro de la mente de un competidor de talla mundial que construyó la estación de sus sueños en Barbados y que hizo de la precisión su principal ventaja.

En el extremo oriental de Barbados, Tom Georgens W2SC, conocido en la radio como 8P5A, ha construido una estación de concurso diseñada para eliminar cualquier distracción posible durante su funcionamiento. Los amplificadores cambian de banda sin necesidad de tocarlos. Las antenas siguen comandos automáticos del teclado. Los mensajes de voz se ajustan dinámicamente a la velocidad. Todas las funciones que se pueden automatizar ya lo han sido, dejando al operador libre para concentrarse exclusivamente en el concurso.

No siempre fue así para Tom.

Mucho antes de construir una de las plataformas de concurso técnicamente más refinadas del mundo, antes de ganar CQ World Wide en una isla caribeña más conocida por el ron que por las radios, Tom era un niño de 13 años en Long Island, desmotivado en la escuela, sin rumbo fijo, siguiendo a su padre —un radioaficionado interrumpido por la guerra— hasta el shack en busca de algo.

Lo que encontró fue una trayectoria.

El Juego a Largo Plazo

La historia de Tom se trata menos de precocidad que de persistencia. No llegó al mundo de los concursos como un meteoro; se abrió camino en él de forma lenta, deliberada, y décadas después, ya en la edad adulta. Mientras otros acumulaban placas a los veinte años, Tom cambiaba pañales y forjaba una carrera empresarial. No fue hasta mediados de los treinta, tras mudarse a Massachusetts y conocer a Randy Thompson, K5ZD, cuando empezó a saborear el verdadero éxito en las competiciones.

"Finalmente, gané un ARRL DX y un CQ World Wide en la estación de Randy", dice. "Eso me empató en placas con mi esposa. Ella ya había ganado dos en CQ WPX operando en la clase de principiante/técnico".

La vena competitiva corría silenciosa, pero profundamente. Y una vez que afloraba, nunca se iba.

Desesperación en los Trópicos

Sus primeras incursiones fuera de Estados Unidos continental fueron prometedoras: buenas ratios, sol cálido, reportajes entusiastas, pero no fue hasta que operó desde la legendaria estación 8P9Z en Barbados que comenzó la verdadera prueba.

En dos ocasiones, entró en el CQ WW SSB con un objetivo: romper el récord norteamericano.

En dos ocasiones, se desplomó: mental, física y espiritualmente. Un año se desmoronó seis horas antes del final. Al año siguiente, con el récord a la vista, volvió a desplomarse a solo cuatro horas del final.

“Fueron momentos bajos, no solo en la radio, sino en mi vida”, admite. “Nunca me había sentido tan completamente derrotado”.

Entonces vino un giro inesperado. Los dueños de la estación le informaron que la desconectaban: se acabaron los alquileres para concursos. El lugar estaba siendo clausurado. El mantenimiento era excesivo. El sueño había terminado.

O no.

Mi esposa y yo estábamos recorriendo el terreno y le pregunté: "¿Y si nos lo quedamos?". Aceptó. Así que le envié una nota al dueño. Su respuesta fue: "Tom, no te metas. Te lo digo como amigo".

Tom se involucró.

Compró las torres. Se hizo cargo del arrendamiento. Comenzó el largo camino de arreglar lo que estaba roto y aprender qué era lo siguiente que siempre se rompería.

Al cabo de un año, regresó. Esta vez estaba preparado: hidratado, concentrado y mentalmente preparado para la carrera del domingo. No solo rompió el récord, sino que ganó el concurso rotundamente.

Construyendo la Estación No-Knobs

Años después, cuando finalizó el arrendamiento de la propiedad original 8P9Z, Tom decidió quedarse en Barbados y reconstruir desde cero en una nueva ubicación, aprovechando dos décadas de experiencia local adquirida con esfuerzo.

A partir de ese momento, 8P5A no fue solo un indicativo. Fue un taller.

“Finalmente, la reconstrucción de la estación me dio tanta satisfacción como operarla”, dice. “El objetivo era no usar knobs, solo teclado”.

Lo que siguió fue una reinvención a cámara lenta de las competencias caribeñas. Cada componente, desde la conmutación de antena hasta la modulación por voz y la integración de radio dual, quedó sujeto a la ética de automatización de Tom. No solo registraba contactos, sino que también creaba comandos para WriteLog para automatizar los mensajes de voz adaptables a la velocidad, la conmutación de antena en tiempo real e incluso el enrutamiento de audio de los auriculares. ¿Los amplificadores? Caseros. ¿La conmutación de la estación? Controlada por software. No se necesitaba conmutación física, ni remota ni presencial.

“No soy el mejor en nada”, dice. “Excepto quizás en la persistencia”.

Quizás sea subestimarlo. Los récords de rendimiento de Tom son de élite, pero es el sistema completo (diseño, disciplina, automatización, planificación) lo que hace formidable su estilo de competición. El equipo no hace la operación. Pero Tom se asegura de que nunca interfiera.

“Después de 40 horas, incluso lo más simple se vuelve difícil. Así que la estación necesita ser sencilla.”

Trabajando desde el límite

Operar desde Barbados no está exento de frustraciones. Estar en Norteamérica significa perder contactos de tres puntos. También significa ser superado por otras estaciones que pueden igualar o superar tus ritmos.

Tom no se queja. Monitorea sus propios objetivos. “El domingo por la mañana me fijo un objetivo. No es irrealista ni fácil. Así, el tiempo nunca se siente largo. Estás persiguiendo algo.”

Tampoco mira el marcador, al menos durante la competición. “Demasiadas variables. Lo subo porque es bueno para el deporte. Pero no lo miro.”

Prefiere la intuición, lo que él llama "la sensación de que las cosas no van bien". Eso se debe a décadas de experiencia operativa. Sabes cuándo las paredes se cierran. Sientes cuándo ya no haces ruido.

La preparación se impone donde el talento podría flaquear. "Después de 40 horas", dice, "hasta lo más simple se vuelve difícil. Así que la estación debe ser sencilla. Cada cable que no necesitas tocar importa".

Ese nivel de preparación no se limitaba a los fines de semana de concursos; Tom pasó gran parte de su carrera como director ejecutivo de una empresa tecnológica de Fortune 500, gestionando equipos, presentaciones de resultados y las expectativas de Wall Street mientras construía la estación de sus sueños en sus horas libres.

Y, sin embargo, a pesar de todo el rigor, todavía hay espacio para el romance.

"Mi esposa no se apuntó para trabajar en torres", bromea. "Pensaba que ser dueño de una estación en el Caribe significaba playas mientras yo operaba. Pero ha estado en el barro y la lluvia conmigo, todos los años".

Mirando hacia el futuro

Tom no ve ninguna contradicción entre construir una estación de alta gama y aceptar el cambio. Es ingeniero, no un nostálgico.

Al preguntarle sobre el futuro de la radioafición, no lo edulcoró. "Si insistimos en que tiene que parecerse a lo que era antes, nos arriesgamos a convertirnos en recreadores de la Guerra de Secesión".

Su respuesta no es una ovación digital, sino humildad generacional.

"No creo que gente como yo invente la próxima radioafición. Creo que será la próxima generación. Quizás se parezca más a los videojuegos. Quizás esté impulsada por la IA. Quizás sea híbrida. No lo sé. ¿Pero la esencia? ¿La comunidad? ¿La atracción técnica? Eso tiene que quedarse".

Atribuye a la radioafición el haberle cambiado la vida. Lo condujo a la ingeniería, le dio un propósito en la adolescencia y lo reconectó con su padre de maneras que la escuela y los deportes nunca pudieron. Ese vínculo, forjado en esquemas y estática, resuena en cada contacto limpio hecho desde 8P5A. No hay ningún botón para eso. Solo toda una vida aprendiendo a escuchar.

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